Proviene de la entrada anterior
El modelo social está intimamente entretejido con los hilos que mueven al sistema político y económico. La función ideal de la política y la economía (a cualquier escala) es la de administrar el estado de orden necesario para que las vidas de todos los individuos de un grupo o sociedad se desarrollen de la forma más plena y armónica posible. El modelo social anula esta función, convirtiendo al sistema político y económico en guardián y garante de unas elites y de la miseria que las sostiene.
El modelo social es adaptable, mutable, se nutre de las experiencias de seguidores y detractores, no es la rueda, es el eje donde esta gira, no está en los platillos de la balanza, sino en el fulcro donde esta se apoya. Esto pasa completamente desapercibido debido a la identificación que hacemos con los roles que ocupamos (trabajo, familia, filiación política, nacionalidad, etc.), que no son más que conjuntos estructurados de creencias a los que damos sentido de “yo soy” y garantizan con ello nuestra adscripción a uno de los bandos o lados, impidiéndonos ver el juego total.
Aunque algunos modelos sociales parecen ser útiles a nivel económico y político, ya que en épocas de bonanza (burbuja) trasladan cierto grado de “prosperidad” y “orden” a una sociedad determinada (generalmente a un parte de ella), lo hacen transfiriendo el caos que producen a otras sociedades (diferencias norte-sur, oeste-este, centro-periferia, etc.), a capas de la sociedad menos “afortunadas”, hacia el futuro (crisis sistémicas), o hacia la sobreexplotación y la extinción de los recursos del planeta (crecimiento infinito).
En estos momentos la implementación del modelo implica que las palabras muten su significado y pierdan su valor y su fuerza. La explotación se llama competitividad, el hambre: crisis alimentaria, los crímenes de guerra: daños colaterales, el despido masivo: flexibilidad laboral y la ludopatía: sistema financiero. La “ley” de la oferta y la demanda es el símbolo de la libertad. Y con esta elasticidad del lenguaje ¿qué hace? Lo mismo de siempre pero con la apariencia de que ahora hay más opciones…
Y como es habitual dentro del modelo social, las opciones se convierten en separación a través de las creencias y del sentido de identidad. No hay nada mejor para mantener la apariencia de libertad y sostener la identificación de los seguidores o creyentes, que tener diferentes ligas, campeonatos, países, bandos, camisetas, calidades, tamaños, formas, enemigos, antagonistas y opositores.
El modelo social occidental actual se asemeja cada vez más al “juego de adivinar dónde está la bolita”. Juego que consiste en esconder una bolita debajo de tres tapones o de tres cáscaras de nuez que un “señor” hace girar hábilmente frente a nuestros ojos. Uno apuesta a adivinar dónde queda la bolita cuando el movimiento de las cáscaras es detenido. Normalmente hay uno o dos compinches que incentivan al incauto a apostar su dinero, aparentando ganar de forma escandalosa o perder de forma torpe.
Considerando este juego un modelo comparativo serio. Si la posibilidad de adivinar bajo qué cáscara está la bolita representase lograr responder a mis preguntas vitales, el juego me permitiría en teoría en cada tirada, un 33,3 por ciento de probabilidades de hacerlo. El supuesto “nuevo” modelo es una versión del anterior, pero en vez de usar tres cáscaras agregan más (y/o ponen más trileros y/o más compinches). ¿Sólo una bolita y más opciones? ¿O mas trileros?, ¿O más compinches? Hace que mis posibilidades de lograr entender y vivir mis preguntas vitales disminuyan a medida que las supuestas opciones aumentan.
Aunque cada vez más parece que las elites lo quieren devorar todo, supongo que habrán decidido un viraje de "dictablanda" a “dictadura”, implementando con el tiempo una reducción drástica de las aparentes opciones de su juego, hasta las dos básicas: conmigo o en mi contra. Nada viene mejor que una crisis para recortar y recortar. Aunque el recorte de salarios, de empleos y de dinero sea importante, no es eso lo que el modelo realmente busca. Es más importante recortar la alegría, la confianza, la libertad, el respeto, y la prosperidad para que el miedo se adueñe de las personas. Y las personas con miedo ¿Qué quieren? Orden. Y el orden ¿Quién lo otorga? El modelo social (después de haber creado la confusión).
Los modelos sociales dejan realmente dos opciones: o bien das por válidas sus respuestas a tus preguntas vitales: que tu vida sólo sirve y se entiende en relación al juego (creencias), ya que el modelo social sólo puede ofrecer respuestas que sirvan a su propia sobrevivencia o aceptas que no hay ninguna probabilidad de hallar respuestas dentro del mapa cognitivo establecido para sostener el modelo social.
Una persona es un individuo temeroso que no se reconoce como tal, que necesita por definición creerse (creer/ser) otra cosa. Una sociedad es una masa organizada a través de un modelo social.
Pasar de persona a individuo es un proceso trascendente de soltar el agarre a la necesidad de creer y de vivir amparado en la mecanicidad de elecciones fijas, reacciones, e identificaciones (personalidad), que son en última instancia las que crean, alimentan y mantienen el modelo social desde su base. Pasar de sociedad a grupo de individuos es un proceso que sólo puede estar asentado en valores, sobre todo respeto, cooperación y compromiso con lo que cada uno siente.
No tengo la menor idea de lo que puede durar este proceso en mi vida o en la de otro ser humano que un día se creyó persona. Pero cuando en mi vida me encuentro con conflictos o con algo que parece no tener sentido, puedo estar casi seguro que no estoy frente a un “sin sentido”, sino frente a una creencia, que es la forma de encubrirle a la conciencia mi propia ignorancia, “nuevamente con esa extraña compulsión a buscar fuera (modelo) lo que sólo se puede encontrar dentro (conciencia)”.